Yo estudié Periodismo en la Cato de Valpo –y sobreviví. por Andrés Pérez

,


Ya estoy fuera. Pruebas, trabajos, ensayos, excusas, exámenes, cahuines, disertaciones, rutina: the end. La universidad se fue y no espero volver a ella pronto, a menos que sea para revivir esas inolvidables tardes de infinita cerveza. En los finales o después de estos, la tentación por desahogos cursis suele ser poderosa. Leer más



Podría resaltar aquí todo lo bello, bonito, entretenido, adrenalínico y vigorizante de haber sido estudiante de esta carrera en particular y en esta escuela en específico, pero me parece que sería una pérdida de tiempo, un ejercicio masturbatorio-mental sin sentido. No porque efectivamente no haya muchísimo destacable en esta experiencia, desde profesores hasta compañeros, de Habermas y Rodrigo Alsina hasta mi favorito personal McLuhan, sino porque en realidad las palmaditas en el hombro no son lo mío. Eso se ve mejor en la conversación oral, face to face. Tiene más sentido, preserva la diplomacia en las relaciones humanas. Pero cada vez que lo intento por escrito, termino con acidez.

Lo que quiero aquí destacar de mi experiencia como estudiante en la Escuela (2005 – 2009), y que en lo personal quisiera compartir particularmente con compañeros que estén en sus primeros años de formación y que tienen tiempo aún para influir en la realidad de la Escuela, son las profundas contradicciones que observé en el “Periodismo” tal como la Escuela nos lo enseña, es decir, en la Malla Curricular que nos propone. A mi juicio, esto tiene importantes y nocivas implicancias en  nuestra formación profesional y académica, que empaña parte de todo lo bueno que se pudiese destacar y que, como ya dije, no tocaré demasiado en estas líneas por motivos de espacio y salud estomacal.



Del pololeo por interés al real love

Para que se entienda mi punto de vista, contaré algo de mi experiencia personal, y cómo he llegado a visualizar esta situación en el tiempo. Recuerdo que algún día de la primera semana de marzo de 2005, entré a la Escuela, entonces ubicada a pasos de la Plaza Miraflores, en la calle Lusitania en Viña. En la primera exposición de bienvenida, los profesores nos dijeron que seríamos los periodistas del bicentenario, por nuestra fecha de egreso supongo. Sonaba cool y quizás habrán logrado motivar a algunos. Yo al menos me sentí algo ridículo.

En ese entonces, mi relación con el Periodismo era un pololeo por interés: me agradaba la idea de en un futuro trabajar de free lance, sin ir encorbatado a una oficina. Mi pasión en el colegio era la literatura, pero deseché seguirla en la universidad porque veía a mi profesor de Historia (y amigo) sufriendo porque con mis compañeros nos cagábamos en sus clases de Historia Moderna o porque un marino director del colegio le pretendía dar cátedras de cómo enseñar la Historia, y no quería terminar como él ni veía otras posibilidades de trabajo en el área. Por el contario, me agradaba la idea de ser algún día algo parecido a un Joaquín Edwards Bello pero moderno: escribir crónicas semanales y tomar vino por las tardes en algún antro de mi natal Valparaíso. Sí, pese a que suene repugnantemente snob. Tomar vino y trabajar desde la casa es una forma de vida que a varios que conozco les agradaría. Me incluyo.

Pero a pesar de mi escepticismo inicial, mi desprecio y relación meramente interesada en el “Periodismo” (ya explicaré el por qué de las comillas) se convirtió rápidamente en amor. Aprendí muchísimo de valor en ciertas clases (que no mencionaré para no despertar sospechas), cosas que me acercaron a un mundo al que nunca había tomado real atención: el de las comunicaciones. Sinceramente, me pareció increíble lo profundamente importante que eran en nuestra sociedad y me sentí estúpido por haberlo despreciado alguna vez. Ese enamoramiento fue consagrándose en mí como algo permanente, y entendí que sería una pasión que me acompañaría de por vida. Generar los lazos de comunión entre las personas, participar del establecimiento de nexos entre las culturas en nuestro mundo cada vez más globalizado y ser en definitiva un trabajador del entendimiento entre nuestros pueblos, me pareció fascinante y aturdidor. Quería seguir aprendiendo.



De la sonrisa pepsodent a los pucheros

Mientras, en lo cotidiano, hice muchísimos y muy buenos amigos, y mis hábitos alcohólicos se agudizaron, debo reconocerlo. Entre tanta cosa nueva, tanto goce y descubrimiento, la botella de vidrio y la caja de cartón resultan siempre ser buenos aliados. Por esto y por haber muchas veces priorizado actividades extra universitarias pero de importancia vital para mí que me llevaron a reprobar ramos, no creo haber sido un alumno ejemplar, ni de esos que ponen en los folletitos con la sonrisa pepsodent para marketear la carrera. Tampoco la facha me acompaña mucho para esos fines.

Sin embargo, a la vez que todo lo bonito se sucedía, comencé también a encontrarme con aspectos de la Escuela en los que no estaba para nada de acuerdo, y que me descolocaban totalmente, porque contradecían cosas que ahí mismo había aprendido. No era yo el único que parecía contrariado. Había en el ambiente una desilusión transversal que paulatinamente se iba agudizando. La pasión escaseaba en la rutina de las asignaturas y todo se reducía a una burda competencia por tener las mejores notas y ganarse el premio de dar el discurso de despedida en la graduación. Los pocos que vi realmente apasionados, eran producto de proyectos particulares de medios alternativos que brotaban de vez en cuando. Pero en las conversaciones del día a día las quejas terminaban siendo cada vez más agudas y más constantes que las alegrías.

¿Qué pasa en la Escuela que nada es muy motivante y tanto hay para la queja? ¿Qué ocurre que pese a confluir personas tan distintas entre sí, todos en general, públicamente o en privado, de frente o a escondidas de los profesores a los que en clases les sonríen, se quejan amargamente de la experiencia académica que otorga la carrera? Esa extraña situación en un lugar que a la vez me había regalado tanto -bueno, vendido en realidad-, me hizo reflexionar bastante, y entre bares, noches, fiestas, clases, ventanas y  todas las conversaciones que de eso emergen, logré sacar algunas conclusiones.



Me dijeron que la Tierra es redonda y me enseñaron a dibujarla cuadrada

No es tan raro este constante y tan palpable malestar como yo pensaba. De hecho, es muy evidente. Mientras por un lado se nos inculcan las implicancias de la globalización y las nuevas tecnologías en las comunicaciones de hoy, y se nos señala además que en esta aldea global lo masivo pasa a dejar de ser tan importante, y la fragmentación cultural es tan brutal que todo se vuelve local y mínimo, por el otro, en nuestros ramos técnico-prácticos, nos encontramos con el ABC del periodista del siglo pasado, con técnicas que provienen de lo que en supuestamente estaba quedando obsoleto. Mientras se impulsa el pensamiento crítico y la vanguardia en la teoría, se nos adiestra para ser un buen empleado en los grandes medios de comunicación en la práctica. Salimos de una sala convencidos que tenemos que cambiarlo todo, para entrar en la de al lado y se nos diga que todo debe seguir tal cual.

¿Cómo entonces no vamos a esperar disconformidad en nuestros compañeros? Para los que entraron convencidos en aprender lo necesario para ser buenos periodistas de medios masivos, les debe parecer una pérdida de tiempo todo lo que involucre vanguardias y estudios comunicacionales, porque como bien sabemos, ahí las estructuras son fijas y su movilidad tiene que ver con marketing, principalmente. Para ellos, y con justa razón, las herramientas técnicas que proporciona la Escuela son menos de las que quisieran en la preparación para ser parte de estos medios. En la otra vereda, quienes como yo vemos en las comunicaciones y sus nuevas formas y cambios lo que nos apasiona, no tenemos prácticamente ninguna forma de ponerlo en práctica, y todo se reduce a nuestro esfuerzo personal, y la verdad es que para esfuerzos personales, no me endeudo por millones de pesos y busco una forma más barata de conseguirlo.

Me sigo preguntando entonces, qué será lo que la Escuela querrá realmente priorizar, porque como están las cosas, aunque mejor que en otros lados, la disconformidad es evidente. No somos ni chicha ni limoná, como decía un viejo genio musical (que no nombraré para no despertar sospechas). Nos dicen que la Tierra es redonda y nos enseñan a dibujarla cuadrada. Finalmente, nos terminan vendiendo un programa de estudios que supera los límites de lo tolerable en cuanto a contradicciones. Esto genera problemas a los que somos de un bando o del otro, más allá de nuestras diferencias, lo que termina por hastiar a moros y cristianos. Para rematarla, los espacios de reflexión crítica en cuánto al Periodismo que queremos en la Escuela son prácticamente nulos. Siendo supuestamente los personajes críticos por naturaleza en la sociedad, no somos capaces de aplicar nuestra cualidad máxima en nuestra propia cotidianidad formativa.

Mi experiencia la plasmo aquí sin ningún afán de figuración, y con el real deseo que nuestros compañeros que vienen entrando a la Escuela reflexionen respecto a esta profesión que muchos tanto amamos, y que me gustaría que mis futuros colegas honren. Atrévanse a hacer lo que generaciones como la mía nunca hicimos; pidan espacios para expresar sus opiniones, vayan con descaro a plantear sus inquietudes ante los docentes y directivos de nuestra escuela. No tengan miedo de llegar a conclusiones que no concuerden con ellos y planteen con valentía sus dudas. Empujen juntos su espacio formativo hacia un lugar mejor, un lugar del que les dé luego orgullo haber salido. No porque consiguen buenas prácticas, ni porque tienen buen ranking en las revistas especializadas, ni porque tiene buen promedio de sueldos para recién egresados, ni porque salen en la tele. Lleven a la Escuela a lo más alto porque de ello depende que el “Periodismo” deje de tener comillas, que deje de ser reconocido socialmente por mediocridades y bajezas, y pase a asumir ese rol de puente intercultural y político que tanto influye y, potencialmente, debiese hacer evolucionar nuestras sociedades. Pero para eso, hay que partir por casa.

9 Comentarios:

Anónimo dijo...

"Salimos de una sala convencidos que tenemos que cambiarlo todo, para entrar en la de al lado y se nos diga que todo debe seguir tal cual".

Así es compadre.
Dejemos de mirarnos las caras en nuestra escuelita para que podamos cambiar esas comillas que poco y nada nos gustan.

Andrés Pérez dijo...

Debo aclarar que el texto está firmado con mi segundo apellido, el materno, que es el que utilizo desde hace un tiempo. Mi nombre completo es Andrés Santa María Pérez, y dejo constancia porque es con el que me relacioné con compañeros y profesores durante mi estadía en la escuela.

Romina (Power) Díaz dijo...

Igual me sentí identificada con esta experiencia. No puedo decir que completamente, porque todavía llevo muy poco en la carrera, a mi parecer. Pero a pesar de eso, tuve varios momentos el año pasado que me hacían cuestionarme muchísimas cosas acerca del periodismo.
Creo que ocurre fundamentalmente porque la carrera puede ser vista desde muchos puntos de vista, da para muchas opiniones diferentes. A veces hasta da la impresión que nunca se va a llegar a un acuerdo demasiado especifico por la misma amplitud de ideas que pueden estar insertas en un tema como ''La Carrera de Periodismo''. Al contrario de lo que pasa con muchas carreras científicas en donde lo que les enseñan a sus alumnos es así, y no hay mucha vuelta que darle.
A pesar de todo, dentro de una Universidad, me he dado cuenta de que igualmente se te imponen cosas y pasa que a veces también uno se va desencantando... pero cuando las ideas propias pueden más, es posible sobreponerse y darse cuenta de que algo de rebeldía o pensamiento propio en realidad son cosas normales y necesarias de un estudiante para poder ser diferente a la masa y cambiar la propia realidad, o las propias perspectivas. Tal vez se trate de buscar un propio camino para poder llegar al real amor al periodismo.
Y claro, si no somos capaces de reflexionar al respecto, quizás algunos jamás se den cuenta de que podemos ir más allá de las aulas y que si algo anduvo mal, no esta todo perdido. Que si algo no nos gustó, y creemos que hasta ahí no más llegó el gusto por el que se entró a la carrera, esta en nosotros mismos cambiar eso y descubrir que al otro día, y si en realidad era lo nuestro, podemos amar lo que estudiamos.
Muy buen artículo Andrés!, gracias por compartir tu experiencia y concuerdo bastante. Ojalá que lo lea más gente, si al final, la gran mayoría entra en el pololeo por interés con el 'Periodismo' jaja.
Saludos
(ah y muy bien por mi CEP, que deja este blog para estas cosas choris)

balerí.- dijo...

quizás las palabras de Andrés sean un trailer de nuestras vidas futuras.

FLORES dijo...

"Mientras se impulsa el pensamiento crítico y la vanguardia en la teoría, se nos adiestra para ser un buen empleado en los grandes medios de comunicación en la práctica"

Cuanta razón en sus palabras estimado, eso sin mencionar cual es la identidad de nuestra escuela, y que a nadie le importe cuan lejos estamos... nos convertiremos en la nueva de Los Andes.. puros pollos que vienen de una burbuja y se mantienen en ella y nunca han tenido contacto con la realidad, todos aislados en Curuama.

David Burgos dijo...

"Mientras se impulsa el pensamiento crítico y la vanguardia en la teoría, se nos adiestra para ser un buen empleado en los grandes medios de comunicación en la práctica"

Cuanta razón en sus palabras estimado, eso sin mencionar cual es la identidad de nuestra escuela, y que a nadie le importe cuan lejos estamos... nos convertiremos en la nueva de Los Andes.. puros pollos que vienen de una burbuja y se mantienen en ella y nunca han tenido contacto con la realidad, todos aislados en Curuama.

fernybell dijo...

"nos terminan vendiendo un programa de estudios que supera los límites de lo tolerable en cuanto a contradicciones. Esto genera problemas a los que somos de un bando o del otro, más allá de nuestras diferencias, lo que termina por hastiar a moros y cristianos"

Cuánta razón estimado y querido andres san, aunque sabemos que los dos apuntamos a ramas distintas del "periodismo" tus palabras me representan.
Lamentablemente ya egresamos y no pudimos hacer mucho, pero con este articulo espero que las generaciones nuevas puedan lograr eso que tanto pensamos en conversaciones serias, carretes y ventanas.

como dicen por ahi "antes de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu casa" ...en este caso, por tu escuelita

H. Espinoza dijo...

Esta discusión no es novedosa. Ya se hablaba en consejos de la administración San Martín y luego fue explorada públicamente a través de una triangulación de cartas Pollak-Santander-Steffens hace unos años publicadas en los muros de Lusitania.
Los cuestionamientos a nuestra formación por competencias siguen vigentes, pero son materia de una deliberación menor frente a la real capacidad de la fauna periodística con sus compromisos éticos. Si quieres ganar dinero lo harás y si quieres contar la firme y quedarte pelado la tendrás que soportar. Después nos preguntamos por qué la prensa es tan borracha.

Andrés Pérez dijo...

No tienen nada que ver mis reflexiones con la triada de cartas que citaste Hugo, que eran una discusión Teoría VS Práctica como enfoque de la carrera, cosa que a mi en lo personal me parece improductiva, pues ambas se complementan. Lo que me parece peligroso es cuando la práctica tiene una fundamentación teórica distinta a la que precisamente plantean los cursos teóricos, lo que genera ambiguedad y contradicción. Una formación concreta y propositiva versus una ambigua y difusa.

Concuerdo contigo en que la discusión de formación por competencias es improductiva, pero no es algo que haya planteado yo en mi artículo en lo absoluto.

Respecto del tema ético, me parece algo que escapa a las posibilidades de una Escuela, y que entra en el conjunto de valores con que se enfrenta la vida, y los que disponen a su vez los medios de comunicación y bajo los cuales encausan a sus profesionales y líneas editoriales.
Te apuesto a que todos los directores de medios creerán que dicen "la firme". El punto no es ese, el punto es si el compromiso con comunicar los hechos va primero o van primero los auspiciadores. La discusión es más simple de lo que parece en este ámbito, pero no tan simple es reflexionar sobre nuestra cotidianidad formativa y, por ende, otorgarle sentido a nuestra formación universitaria.

Quería además agradecer todas las opiniones, esto sólo le hace bien a la Escuela y al "Periodismo" jaja.